Ya sabemos por experiencia que los poderosos siempre se quedan la mejor parte de las cosas y, muchas veces, no solo lo que les corresponde, sino también lo que les toca a los demás. Cuando eso ocurre, decimos que esa persona o institución se ha llevado la parte del león, que no es más que la parte mayor o más sustanciosa de los beneficios.
La expresión proviene, como en muchas ocasiones, de una fábula, pero esta vez de Fedro (15-55 a. C.), el más antiguo de los fabulistas latinos, que en sus Fábulas esópicas presenta la siguiente historia:
Nunca es segura la alianza con un poderoso; esta fabulilla confirma mi tesis. Una vaca, una cabrita, y una mansa oveja fueron al bosque como socios de un león. Una vez que hubieron cobrado un ciervo corpulento, hechas las partes, el león habló de la siguiente manera: “Yo tomo la primera parte porque me llamo león; la segunda me la dais por respeto a que soy vuestro socio; en tales circunstancias, puesto que soy más fuerte que vosotros, me corresponde la tercera; mal lo ha de pasar si alguno se atreve a tocar la cuarta”. De ese modo sólo la maldad se llevó la pieza entera (Phédre. Fables. París, 1969, 3ª ed. Text. y trad. por A. Brenot).
Seguramente a esta fábula debemos también el adjetivo leonino (unas condiciones leoninas, un contrato leonino, etc.), que se aplica cuando las condiciones aplican solo a una de las partes.
Referencias:
- García Remiro, José Luis (2001). ¿Qué queremos decir cuando decimos...? Frases y dichos del lenguaje diario. Madrid: Alianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario