miércoles, 22 de octubre de 2014

Ver y visionar, explotar y explosionar

Hoy han surgido varias consultas lingüísticas relativas a diferenciar verbos que pudieran parecer parecidos o, directamente, sinónimos, sobre todo por su uso indiscriminado en los medios de comunicación y en la conversación. Sin embargo, conviene conocer el significado recto de ciertos verbos para ser precisos a la hora de expresarnos.

La primera pareja en liza, que motivó esta entrada, es el par ver y visualizar. El principal significado de ver es 'percibir con los ojos algo', e implica que exista ese algo: una imagen, una pintura, una persona, un paisaje. En cambio, visualizar es 'imaginar con rasgos visibles algo que no se tiene a la vista' o 'formar en la mente una imagen visual de un concepto abstracto'. Así, es incorrecto decir "En la foto *visualizamos un bonito bosque", porque el bosque está ahí, en la imagen. En cambio, si un amigo me explica que visitó un bosque y lo describe, podemos decir "Creo que ya lo visualizo", en referencia a que me hago una imagen mental del mismo. No obstante, por el uso y el abuso informático, la Academia ya aceptó visualizar con el sentido de 'hacer visible una imagen en un monitor'. De esta forma, sí es correcto decir algo como "En la página web no se visualizan las imágenes", aunque, en mi opinión, el verbo ver queda mucho mejor.

¡Espera, que llega el tercero en discordia! ¿Qué pasa con el verbo visionar? En realidad su origen son las visiones, ya sabéis, esas 'creaciones de la imaginación'. Por eso su sentido original, muy poco usado, es 'creer que son reales cosas inventadas'. Sin embargo, se ha extendido una segunda acepción, 'Examinar, técnica o críticamente, en una sesión de trabajo, un producto cinematográfico, televisivo, etc.'. Así, es correcto decir "Tras visionar algunos vídeos sobre el tema, decidimos seleccionar el primero", pero es incorrecto decir "Vamos a *visionar la película en el cine de la esquina", porque aquí no tendríamos un sentido técnico o crítico. Además, suena fatal, si me lo preguntáis.

Ordenador explotando, que no *explosionando.
La segunda pareja que merece una especial atención es explotar y explosionar. ¿Cuál es la diferencia en este caso? Pues que el primer verbo es intransitivo, esto es, el sujeto es 'la cosa que explota', por decirlo fácilmente: "El artefacto explotó". En cambio, explosionar es transitivo, es decir, el sujeto es 'alguien' que hace que 'algo' explote: "La policía explosionó la bomba de manera controlada". Por lo tanto, son incorrectas expresiones muy habituales en la prensa, como "El artefacto *explosionó", ya que confunden objeto y sujeto. Y ¿por qué en estos medios se utiliza mal? Porque existe una la tendencia, bastante absurda, de utilizar palabras más largas y difíciles para aparentar un nivel culto de la lengua, lo que a menudo se traduce en errores de concepto fundamentales.

domingo, 15 de junio de 2014

El uso y el huso

La Aurora de La Bella Durmiente a punto de irse a dormir.
A pesar de que se lee muy a menudo *uso horario, el uso correcto es huso horario. Esto se debe a que la palabra no tiene nada que ver con el sustantivo uso, sino con huso, que en geometría se aplica a "una parte de la superficie de una esfera comprendida entre dos planos que se cortan en el diámetro de aquella". Dicho así parece raro, pero sólo hay que imaginar una mandarina a modo de esfera para entender que la superficie de un gajo sería un huso de la esfera total. Aplicado a la tierra y a la distribución de la hora en cada "gajo", tenemos que cada porción en la que se divide la esfera terrestre es un huso horario.

La palabra huso proviene del latín fusus, mientras que uso, del latino usus; la homofonía se produjo porque la f- inicial de las palabras latinas fue evolucionando en español hacia la pérdida de sonido, que escribimos con h-. Por eso de filium se llegó a hijo y de fratrem, a hermano. Como, además, al hablante le parece que en cada zona del planeta se "usa" la hora de una forma diferente, se produce la confusión.

La bella e insulsa Aurora ante el huso
de la rueca en Maleficent
Por otra parte, el término huso ha vuelto a ponerse de moda gracias al cine: en la película de Disney Maléfica se recupera y versiona el cuento de La bella durmiente, donde está el huso más famoso del mundo: el de la rueca, donde la bella y cantarina princesa se pincha el dedo. Este huso es en realidad un eje que se va adelgazando en las puntas y que sirve para devanar el hilo, pues este se va enrollando alrededor de él. El huso y la rueca datan del Neolítico y su invención supuso una verdadera revolución, pues permitió que se fabricaran hilos finos con los que poder tejer.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El perro de las dos tortas

En México es muy común escuchar como advertencia que "te vas a quedar como el perro de las dos tortas", haciendo referencia a que por querer abarcar dos o más cosas al mismo tiempo, o por no decidirse entre dos posibilidades, al final nos quedaremos sin ninguna. Para los foráneos, una torta es un tipo de bocadillo mexicano, generalmente formado por un bollo de pan tierno relleno de jamón u otras carnes, abundante verdura, queso, etc.

Resulta curioso que al buscar datos sobre esta extendida frase aparecen en internet numerosas versiones sobre un perro que por querer comerse dos tortas, se quedó sin ninguna. Lo que nadie parece haber notado es que su origen se remonta a mucho más que a una anécdota: a las fábulas del griego Esopo, viejo amigo de este blog, que vivió en el siglo VI a. C. A Esopo se atribuye una famosa fábula, El perro y el reflejo en el río, que dice así:

Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un sabroso pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo.
Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su supuesto compadre.
Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, sólo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente. 
Moraleja: Nunca codicies el bien ajeno, pues puedes perder lo que ya has adquirido con tu esfuerzo.

Esta fábula fue puesta en latín por Fedro durante el siglo IV a. C., exponiendo el mismo problema y la misma idea central, con el título El perro que atravesaba el río con un trozo de carne:

Pierde merecidamente lo propio quien apetece lo ajeno
Un perro que atravesaba a nado un río llevando en su boca un trozo de carne, vio su imagen en el espejo de las aguas y, pensando que otro perro llevaba otra presa, quiso arrebatársela. Pero su codicia resultó engañada, pues soltó el alimento que tenía en la boca sin poder agarrar por eso el que deseaba.
Lo que resulta muy interesante es que en la versión mexicana, más que por el deseo de lo ajeno, el cuento ha derivado en la imposibilidad de abarcar demasiado. En este sentido sería un equivalente al refrán "quien mucho abarca, poco aprieta".

lunes, 3 de febrero de 2014

Un adefesio

Ayer mismo comentábamos que fulanita "iba hecha un adefesio", aunque también podría ser "es un adefesio", pues ambas formas se oyen por ahí, a pesar de que la habitual es la primera. Generalmente se dice de una persona de aspecto ridículo, extravagante o que es muy fea. Inmediatamente recordé el origen del dicho, que había leído en alguna parte, y se me ocurrió comenzar este año en el blog con tan curiosa expresión.

La palabra adefesio proviene, como muchas otras cosas, de la Biblia, concretamente del Nuevo Testamento. Seguro que si alguien ha ido a misa alguna vez habrá oído "Carta de San Pablo a los efesios", que en latín se dice Ad Ephesios, esto es, 'a los habitantes de Éfeso'. De ahí adefesio. Lo complicado es saber por qué el decir popular adjudicó la ridiculez, la extravagancia,el disparate y la fealdad a esta palabra.

Miguel de Unamuno, por ejemplo, cree que se trata de una derivación desde el anterior hablar adefesios: decir despropósitos, disparates o absurdos. Basándose en Villalón en Viaje a Turquía (1557), la expresión provendría de que en el capítulo V de la Epístola a los Efesios se indica que "las casadas están sujetas a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer" y "maridos, amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a su Iglesia" y otras máximas; el pueblo habría escuchado estas cosas y, como casi nunca se cumplían, habría relacionado adefesio con consejos o dichos absurdos, disparatados.

Otros investigadores, sin embargo, han sostenido otras teorías: una, que es la que mantiene el Diccionario de la RAE, es que San Pablo corrió peligro y estuvo a punto de morir en Éfeso, por lo que su prédica estéril, absurda para los efesios, habría llevado a la palabra adefesio a adquirir ese significado; otra sería la basada en un brillante efesio, Hermodoro, que a pesar de sus discursos fue condenado al ostracismo (expulsado de la ciudad): por eso hablar ad Ephesios habría pasado a significar el hablar inútilmente a personas que no hacen caso.

Sin embargo, no se sabe por qué de hablar adefesios se pasó a ir hecho un adefesio, aunque nadie quiere que se le adjudique ninguna de las dos. No voy a despedirme sin nombrar la obra teatral El Adefesio, de Rafael Alberti, que se estrenó en Buenos Aires el 8 de junio de 1944 con dos de las mejores actrices españolas del siglo XX: Margarita Xirgú y María Teresa León, esposa ya del escritor.