lunes, 9 de septiembre de 2013

El coño de la Bernarda, con perdón

Existen, al menos en la tradición de España, diversas frases que aluden a los lugares y las situaciones en las que reina el caos y la confusión. Curiosamente, las tres que vamos a tratar aquí tienen que ver con personajes peculiares, a veces míticos, cuya historia produjo una frase para la posteridad. Claro que, como vemos en el título, unas más educadas que otras.

La primera que se me viene a la mente es la casa de Tócame-Roque, expresión que nos llega de Madrid. Se dice de la casa o el lugar donde cada uno hace lo que le parece, y se producen a menudo pleitos y jaleos. Por lo visto, existió tal lugar, en la calle del Barquillo, en Madrid, y se hizo famoso por aparecer en un sainete de Ramón de la Cruz, La Petra o la Juana o El Buen Casero, que pronto fue conocida por el título La casa de Tócame-Roque. Se dice que allí vivían dos hermanos, Juan y Roque, que discutían mucho, y el primero le decía al segundo: "Tócame a mí, Roque; tócame, Roque", y así surgió el dicho. También Mesonero Romanos, el gran costumbrista de Madrid (Escenas matritenses, 1836) habla de esta casa. Luego Galdós la utilizará ya como expresión popular, desvinculada de la famosa casa, llamando a la política nacional un patio de Tócame-Roque (Episodios Nacionales, 1911). 

Curiosamente, la expresión ha ganado otro significado, muy próximo a la de el perro del hortelano, ni come, ni comer deja o ni deja comer, que se dice de los amantes (generalmente, en realidad, de las mujeres), que se quejan de que las pretendan, pero que si se les deja de hacer caso, se quejan de que ya no lo hagan, o les piden su favor. El perro del hortelano es una comedia de Lope de Vega que utilizó como título un antiguo refrán. En el caso de Roque, se dice: Tócame, Roque... ¡Mamá, que Roque me ha tocado! con el mismo sentido.

Un corral de comedias
También de Madrid nos viene, con un significado sinónimo, la frase el corral de la tía Pacheca o simplemente el corral de la Pacheca. Parece documentado que el tal corral era un teatro (llamados "corrales" o "corrales de comedias" en el siglo XVI) que estaba en la Calle Burguillos. Pertenecía a Isabel Pacheco, conocida como "la Pacheca", y de ahí el nombre. Relacionarlo con la confusión era normal, pues estos corrales eran lugares de reunión en los que no se guardaba el recato que se espera en los teatros actuales... Pero esa opinión me la guardo por ahora. Por cierto, que El Corral de la Tía Pacheca es el nombre de un famoso tablao flamenco.

Finalmente, con el mismo sentido de lío y confusión, encontramos la frase el coño de la Bernarda, la más divertida de las tres, y de la que conozco al menos tres explicaciones, pues tres regiones se disputan su origen: las Alpujarras granadinas, Ciudad Real y Sevilla. En Granada se dice que Bernarda era una vieja santera que recibió la aparición de San Isidro una noche en la que estaba afligida por no haberse casado y tenido hijos, pues según ella "no es buena la mujer de cuyo higo no salen hijos". El bueno de San Isidro se le presentó y le tocó el coño, literalmente, y este quedó santificado. Así, las gentes del lugar iban a su casa a tocar sus partes milagrosas, con las que sanaba enfermos, multiplicaba las cosechas y muchos otros prodigios. El sacerdote del lugar, por lo visto, tenía mucha fe en el coño de Bernarda: cuando murió muchos males asolaron la región; el sacerdote la mandó desenterrar y se había convertido en polvo, excepto su coño, que se mantenía incorrupto. Así, mandó que se convirtiera en reliquia de la Iglesia, no sin problemas con la Santa Inquisición. 

La versión ciudarrealeña es parecida, salvo que esta Bernarda vive en el monte, y salva, bendice y cura a los pastores solo si tocan su parrús. Examinada por monjes, estos certificaron su poder beatífico. En Sevilla es donde el mito es más aburrido, y seguramente más cierto: Bernarda sería una prostituta famosa en la región, por cuyo higo pasaba todo hijo de vecino. En cualquier caso, decir ahora que el Congreso parece el coño de la Bernarda da a entender que es un guirigay, en donde nadie se entiende, todo es desorden y confusión. Vamos, que es el Congreso.

Fuentes


lunes, 2 de septiembre de 2013

Las vueltas del verbo "venir"

Un amigo, Fernando Ruvalcaba, me ha pedido que comente cuándo es correcto utilizar viniste y cuándo *veniste... Sí, ¿se ve el asterisco? Eso significa que nunca es correcto emplearlo, así de fácil. Otra cosa es que sí se use y, por lo visto, en México se emplea bastante. La pregunta entonces es sencilla: ¿por qué se produce este error?

En mi opinión, se trata al mismo tiempo de un ejercicio de analogía y de disimilación. Vayamos por partes: primero, la analogía. La analogía se produce cuando, ante la duda, se utiliza la forma que creemos correcta por parecido con otra. En este caso, el infinitivo es venir, con e, y la mayoría de las formas de indicativo se forman con esta vocal: vengo, venía, vendrá... Es por eso que los hablantes piensan que la forma debería ser con e. Sin embargo, también hay muchas formas con i o con ie: vino, vienes, vinieron... ¿Por qué entonces analogía con la e? Aquí entra en juego la disimilación, que es el cambio que se produce para diferenciar dos sonidos que se hacen complicados de pronunciar por estar próximos: como en viniste hay dos íes seguidas, los hablantes piensan que "suena mejor" que la primera sea una e. Es por eso que creo que se produce la forma *veniste en lugar de la correcta, viniste.

Por otra parte, alguien se preguntará por qué hay tanta alternancia vocálica: unas formas con e, otras con i y otras con ie, cuando todas las formas del latín venio, el verbo de donde proviene nuestro venir, son con e. Pues bien, se debe a que esa e unas veces era tónica y otras, átona es decir, a veces se pronunciaba fuerte, con acento (como en pérfido) y otras se pronunciaba débil, porque había otra tónica (como en ventana o en doble). También influye el hecho de que vaya antes de la vocal tónica,  fuerte (de nuevo, ventana) o detrás (otra vez doble), entre otras cosas. En realidad, el sistema en latín utilizaba para establecer la tonicidad de las vocales una distinción que hemos perdido, la duración de la vocal: era diferente una e larga de una e breve. Pero para efectos de explicación, nos sirve el tema del acento. En resumen, es por eso, por ejemplo, que venio produjo vengo; veniunt dio vienen y veniste derivó en viniste: depende de distintos fenómenos fonéticos de acento y colisión de sonidos.

Para acabar, conviene recordar que también es incorrecta la forma *vinistes (o *venistes, que sería doblemente incorrecta). Esta -s espuria se añade por otra engañosa analogía: como en el presente de indicativo la segunda persona del singular lleva -s (tú amas/temes/vienes), los hablantes creen que lo correcto es añadirla al pretérito perfecto simple (el tiempo de pasado), y sobre las correctas amaste, temiste y viniste, construyen las formas *amastes, *temistes y *vinistes (o *venistes), que ahora ya sabemos que conviene rechazar.

lunes, 26 de agosto de 2013

¿Adónde te escondiste...?

Adonde/a donde presentan  confusión en su uso respecto a donde. Ambas formas son consideradas adverbios relativos que señalan la dirección de un movimiento, por lo que se usan con verbos de movimiento como ir, venir, llegar, regresar, subir, bajar, etc., donde es necesaria esa a de dirección (decimos ir a un sitio, llegar a casa, subir al ático, etc.). Será incorrecto usar adonde o a donde indicando simplemente lugar, esto es, en lugar de donde o, a veces, en donde: Estaba donde/*adonde me dijiste (pues no decimos *Estaba a casa, sino en casa).

Por otra parte, también ha existido cierta confusión normativa respecto a si se ha de usar adonde o a donde. Estas formas introducen con frecuencia, como es lógico, oraciones de relativo: Bajamos a la calle, adonde nos esperaban nuestros amigos. Hasta hace poco la RAE aconsejaba usar la forma a donde si no aparecía el antecedente, esto es, la palabra a la que hace relación el adverbio relativo (en el ejemplo, a la calle); y se podía usar adonde con o sin antecedente: Regresamos adonde/a donde nos esperaba el taxi. Sin embargo, el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005) de la Real Academia indica que esta distinción no ha cuajado en el uso y hoy pueden escribirse ambas formas en todos los casos.

Además, es necesario señalar que es incorrecto usar estas formas tras cualquier preposición; en estos casos, la forma correcta es donde: Fui hacia donde/*adonde me dijiste.


Por su parte, los interrogativos adónde/a dónde, que significan 'a qué lugar', están igualmente restringidos al uso con valor de movimiento, en este caso en preguntas directas o indirectas: ¿Adónde/A dónde me llevas? Las dos son correctas, pero, como con los relativos, no deben usarse por dónde o en dónde: Me pregunto dónde/*adónde nos encontramos ahora mismo. Tampoco se usan tras otra preposición, excepto si introduce la interrogativa indirecta: No tengo ni idea de a dónde quieres llegar, pero ¿Desde dónde/*adónde me llamas? No puedo dejar de citar la primera estrofa de una de las liras más famosas que escribió San Juan de la Cruz, que inicia el Cántico espiritual:

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido.

Finalmente, adondequiera es un adverbio de lugar que significa 'a cualquier sitio', y puede ser sustituido por dondequiera en todos los casos, aunque específicamente este significa 'en cualquier sitio' y por ello con verbos de movimiento resulta más adecuado el primero: Te seguiré adondequiera que vayas, mejor que Te seguiré dondequiera que vayas, aunque ambas sean correctas. No se admite en ninguna de las dos la escritura en dos palabras, excepto si coinciden adonde/donde y el verbo querer, con los significados 'al/en el lugar que desee': Una persona tiene derecho a vivir donde quiera. En estos casos, es posible introducir el pronombre de tercera persona singular él/ella entre ambas palabras: La llevaré adonde (ella) quiera. La escritura en tres palabras es siempre incorrecta: *a donde quiera.

Esta entrada me ha recordado, con tanto donde y tanto quiera, aquellas dos quintillas famosas que José Zorrilla escribió en Don Juan Tenorio, que paso a reproducir para terminar esta entrada tan técnica:

Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.

sábado, 24 de agosto de 2013

Tiempo de vacas flacas

Hoy me apetece comentar algunas frases sobre el aciago futuro que nos espera. En nuestra tradición católica y occidental, el futuro siempre es visto como un tiempo oscuro y que presentará dificultades, sobre todo si en el presente disfrutamos de cierta abundancia o de ociosidad. Además, cuando ese futuro se concreta, nunca falta alguien que nos diga el famoso "yo ya te avisé" o "te lo dije", porque en su tiempo esta persona profetizó nuestra decadencia.

En este contexto se enmarca una frase como Tiempo de vacas flacas, que hace referencia a un momento de escasez y penuria frente a un pasado opulento. Se trata en realidad de una alusión al famoso episodio del Antiguo Testamento que trata sobre José, hijo de Jacob, y los sueños del faraón: vendido como esclavo por la envidia de sus hermanos, José termina encerrado en la cárcel por la falsa denuncia de la esposa de Potifar, quien lo había comprado y confiaba en él, pues lo acusaba de haber intentado abusar de ella; sin embargo, ella lo había llamado a su cuarto y él la había rechazado. Allí descifró los sueños del copero y del panadero del faraón, que tres años más tarde lo llamaría, por indicación del copero, para que descifrara su sueño: siete vacas gordas y lustrosas pacían junto al Nilo y eran devoradas por siete vacas escuálidas y famélicas. Esto fue interpretado por José como siete años de abundancia a los que seguirían siete de escasez, por lo que el faraón debía guardar en tiempos de bonanza para sobrevivir en las malas épocas. El faraón quedó muy impresionado y lo nombró su mano derecha, con poder sobre todo Egipto.

La idea de guardar en los buenos tiempos para sobrellevar los malos es una constante en muchas culturas, y sale a relucir sobre todo en los tiempos aciagos, recordándonos que deberíamos haber sido previsores. Así lo explica también la fábula La cigarra y la hormiga, atribuida al griego Esopo (circa 600 a. C.), y puesta en español por Samaniego en el siglo XVIII:

Cantando la Cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno;
los fríos la obligaron
a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Viose desproveída
del precioso sustento:
sin mosca, sin gusano,
sin trigo y sin centeno.
Habitaba la Hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
le djo: "Doña Hormiga,
pues que en vuestro granero
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste Cigarra,
que, alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme,
que fielmente prometo
pagaros con ganancias,
por el nombre que tengo".
La codiciosa Hormiga
respondió con denuedo,
ocultando a la espalda
las llaves del granero:
"¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿qué has hecho en el buen tiempo?"
"Yo, dijo la Cigarra,
a todo pasajero
cantaba alegremente,
sin cesar ni un momento".
"¡Hola! ¿Con que cantabas
cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
baila, pese a tu cuerpo".

Muchos son los dichos populares y refranes que recogen también esta tradición de trabajar y guardar cuando se tiene para que el futuro sea feliz: El que guarda, siempre tiene, por ejemplo. Una particularmente curiosa es Ya vendrá el tío Paco con las rebajas, que nos decían las madres cuando nos veían ociosos y despreocupados mientras se acumulaban las tareas por hacer, o gastando dinero sin ahorrar ni un céntimo. No se sabe muy bien quién es este tío Paco, pero hay varias explicaciones a la frase: una la relaciona con los impuestos y los gastos, pues cuando hacemos un trabajo, pesamos que ganaremos tanto dinero, pero luego llegan "las rebajas": tanto para Hacienda, tanto para transporte, tanto en comer... Así, las rebajas del tal Paco son todas esas cosas que nos iban a dejar con una parte de la ganancia que esperábamos. Otra tiene que ver con el vino: el vino se rebajaba en los mercados con agua, con lo que se abarataba. En cualquier caso, la frase ha pasado a ser advertencia de males futuros cuando nos creíamos tan dichosos.

Finalmente, otra frase que habla sobre el trabajo presente para el bien futuro es Hacienda hecha, dinero espera, que en mi casa se dice con frecuencia para indicar que hay que hacer las cosas ahora y no dejarlas para luego (el famoso No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy), para así ya quedarse tranquilo y esperar los resultados. Pero también puede usarse reivindicativamente, indicando que si ya está el trabajo hecho, deberíamos cobrar con prontitud.

lunes, 19 de agosto de 2013

Aurea mediocritas

La literatura siempre ha estado ligada con una actitud filosófica sobre la vida y la forma de entender el mundo y sus relaciones. Este es el caso del tópico literario que encabeza esta entrada, el famoso Aurea mediocritas, que puede traducirse como 'Dorada medianía'. La frase enaltece las bondades del famoso "término medio", de la postura equilibrada entre el exceso y el defecto.

Esta filosofía se encontraba en cierta manera ya en Aristóteles, que definía la virtud como "el término medio entre dos vicios". Fue el poeta latino Horacio (65 a. C. - 8 a. C.) el que estableció las palabras exactas del tópico en la oda X del libro II de las famosas Odas, si bien se basa en el hedonismo epicureísta, que en síntesis promulgaba que la felicidad consistía en conformarse con lo que uno tiene, sin dejarse llevar por emociones desproporcionadas. He aquí los famosos versos el Horacio:

Auream quisquis mediocritatem
diligit, tutus caret obsoleti
sordibus tecti, caret invidenda
sobrius aula.

El que se contenta con su dorada medianía
no padece intranquilo las miserias de un techo que se desmorona,
ni habita palacios fastuosos
que provoquen a la envidia

[Traducción: Germán Salinas]


En la fraseología popular, la contención y el conformismo de estos puntos de vista filosóficos se han plasmado en diversas sentencias. Una de ellas es, claro está, en el término medio está la virtud, de ascendencia aristotélica. Otra sería todos los extremos se tocan, indicando que tanto lo mucho como lo poco son perniciosos; eso mismo indica pecar tanto por exceso como por defecto. El verbo "pecar" se explica porque a la Iglesia le interesó mucho esta idea del equilibrio y, por supuesto, de la aceptación de los trabajos que nos manda el señor, como dice la canción.

Mucho más actuales y divertidas son las expresiones ni tanto, ni tan calvo o ni calvo ni con tres pelucas, o la mucho más antigua Ni Juan ni Juanillo, que casi siempre indican de manera un tanto tosca que nos hemos excedido y que deberíamos habernos quedado en el saludable punto medio.

P.D.: Quiero agregar el siguiente refrán mexicano, que Fernando Ruvalcaba Esquer ha tenido la gentileza de enseñarme: Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre, que he encontrado luego en varias versiones. Otra bonita muestra de la búsqueda del equilibrio.

Referencias

  • García Remiro, José Luis (2001). ¿Qué queremos decir cuando decimos...? Frases y dichos del lenguaje diario. Madrid: Alianza.
  • Horacio: Odas. Traducción de German Salinas. http://es.wikisource.org/wiki/Odas_(Horacio)

miércoles, 14 de agosto de 2013

Sobre la acción de abrir, o de abrirse...

Aunque es un tema ya tratado en varios lugares, no podía dejar de reseñar la diferencia entre cuatro términos que se suelen emplear bastante a la ligera: abertura, apertura, obertura y el aberrante *opertura. Todas tienen que ver con el verbo abrir y, la verdad, la Academia tiene en parte la culpa de su confusión, porque admite tanto usos sinónimos con no sinónimos de las dos primeras. De hecho, si buscamos en el Diccionario de la Real Academia abertura y opertura, encontraremos que la primera acepción de ambas es casi igual: 'Acción de abrir', aunque en abertura se añade 'o abrirse'.

En este caso, nos ayuda más acudir al Diccionario Panhispánico de Dudas, que nos indica lo siguiente:
  • Apertura suele emplearse más con el sentido de 'acción de abrir(se) algo que está cerrado', por ejemplo: La apertura de esta caja se me resiste, Este envase es de fácil apertura. Otro de sus usos principales es designar el principio de un evento o, en general, un proceso: La apertura del curso académico fue solemne, Se tramitará la apertura de un expediente... Es muy común que designe 'actitud favorable a las innovaciones': La apertura política fue necesaria, El nuevo Papa muestra indicios de apertura religiosa (esto último no me lo creo yo mucho). Finalmente, se usa específicamente en el ajedrez para indicar la primera jugada de la partida.
  • Abertura se restringe generalmente al significado de 'boca, hendidura, agujero': El aire se colaba por una pequeña abertura. Sin embargo, y aquí viene la confusión, puede aparecer, aunque es menos común, para indicar lo que antes llamamos 'acción de abrir(se) algo que está cerrado: La abertura de esta caja se me resiste. En cambio, será incorrecto usarlo para indicar el inicio de un acto o evento: No asistió a la *abertura del Congreso.
  • Obertura, por su parte, no tiene nada que ver: solo se utiliza para designar una pieza instrumental que inicia una ópera, un oratorio o una composición lírica: Me encanta la obertura de Carmen, de Bizet. *Opertura no existe y no debe utilizarse.
Existen además algunos usos técnicos de abertura y apertura, pero pertenecen a sus relativas disciplinas: en fonética, por ejemplo, se habla de abertura vocálica, mientras que en óptica se utilizan ambas palabras indistintamente.

Por último, un nuevo verbo que se debe evitar es el horrible aperturar como sinónimo de abrir, que se ha puesto de moda, sobre todo, en el ámbito bancario: como se dice apertura de una cuenta, al verbalizar la forma hay quien dice *aperturar una cuenta, en lugar del correcto abrir una cuenta. No sé a los demás, pero a mí me suena horrible.

miércoles, 3 de julio de 2013

Pedro "e" Isabel eligen entre uno "u" otro

Después de un tiempo sin actualizar (los gramáticos y lingüistas también tenemos vacaciones) he decidido volver a publicar con una entrada dedicada a un tema que parece sencillo, pero presenta algunas peculiaridades: el paso de la conjunción y a e y el cambio de la conjunción o a u

En el caso de y, esta pasa a pronunciarse y escribirse e cuando la palabra inmediatamente posterior comienza por i- o hi-: "Pedro e Isabel vienen con perro e hijos", "Para coser necesito aguja, dedal e hilo". Sin embargo, hay que tener en cuenta que si la palabra comienza con un hiato iniciado por i, se mantendrá la forma y: "Ponemos en la coctelera martini y hielo". Ahora bien, existen palabras en las cuales podemos pronunciar un diptongo o un hiato, dependiendo fundamentalmente de la zona geográfica del hablante, como la propia palabra hiato (que se puede pronunciar yá-to o i-á-to, que es la que digo yo) o ion (yón o i-ón). En estos casos, si pronunciamos la palabra con diptongo (yá-to, yón) usaremos y; si decimos la palabra con hiato (i-á-to, i-ón) usamos e. Por lo tanto, son válidas tanto "diptongo y hiato" como "ditongo e hiato", por lo que, ante la duda, mejor seguir la norma general y, como parecen diptongos gráficamente, usar y y listo.

Exiten otras dos excepciones a la norma. La primera es muy restringida. A veces, y adquiere un valor adverbial en oraciones interrogativas: "¿Y Pedro? ¿Cómo está?". En estos casos, y no es conjunción, sino que significa algo así como '¿qué tal?' o '¿dónde está?'. Si se diera el caso de que esa y coincidiera con una palabra que comience por i- o hi-, esta no cambia a e, porque no es conjunción: "¿Y Hipólito?", "¿Y Inés?".

El segundo caso que tener en cuenta es el de palabras extranjeras que se pronuncien según el idioma original, que seguirán la norma según la fonética, y no la ortografía. Así, hemos de escribir "Dame tu teléfono e e-mail", porque se pronuncia i-mail; o "Musolini y Hitler fueron fascistas", porque se pronuncia jit-ler.

Desde la Ortografía de 2010, la tilde
en la conjución o es incorrecta.
Por otra parte, o pasará a u cuando la palabra siguiente comience por o- u ho-: "En Vigo u Orense", "minutos u horas". Esta norma es fija, ya formen o- u ho- diptongo o hiato: "No me importa lo que vea u oiga".  La norma también se aplica ante cifras que se pronuncian con o-: "Costará unos 750 u 800 euros". 

La única novedad importante en relación con la conjunción o es que ya no debe llevar tilde entre cifras, ya que los modernos métodos de escritura evitan cualquier confusión entre 0 y o: "200 o 300 euros".

En fin, un tema que puede parecer tonto, pero que es importante, puesto que hablar y escribir sin cambiar estas conjunciones produce muy mala impresión. Lo mejor para aprenderlo es intentar pronunciarlo bien al hablar, para que así, al escribir, surja de manera natural.

Bibliografía

domingo, 14 de abril de 2013

El sexo de los ángeles

A todos nos ha pasado, sobre todo cuando hay algunas copas por medio: nos enzarzamos en una discusión larga, absurda e improductiva sobre un tema que, en realidad, no tiene solución, porque los argumentos no pueden probarse de manera cierta. A estas situaciones se aplican las frases discutir el sexo de los ángeles, o hablamos, simplemente, de una discusión bizantina. Lo que no todo el mundo sabe es de dónde vienen esas frases.

El adjetivo bizantino nos da la pista para remontarnos a Bizancio, capital del Imperio Romano de Oriente, conocida también como Constantinopla o, modernamente, Estambul. Los bizantinos eran famosos por sus disputas teológicas respecto a la esencia de la Trinidad, la naturaleza de Cristo o el sexo de los ángeles. De hecho, a este y otros temas igual de importantes se dedicaron varios concilios de la cristiandad. Así, durante el siglo XV obispos y eruditos hablaban de las partes angelicales mientras los turcos asediaban la ciudad. No parece que fuera el momento ni el lugar para comentar el asunto, pero así sucedió, y por eso a estas disputas inútiles se las llama discusiones bizantinas o sobre el sexo de los ángeles. De estos problemas teológicos proviene también la expresión Armar(se) la de Dios es Cristo, que se usa cuando en una discusión o pelea todo el mundo grita, nadie se entiende y todo es confusión. Esta proviene particularmente del Concilio de Nicea, que se dedicó a reflexionar la doble naturaleza de Jesús: divina (Dios) y humana (es Cristo).  Hoy en día mucha gente dice simplemente Armar(se) la de Dios, perdiéndose parte de la idea original.

Finalmente, hace poco tiempo que salto de nuevo a la fama una frase, en este caso literaria, para referirse a discusiones estériles: la que empleó la Casa Real Española para definir la polémica independencia de Cataluña, discutir si galgos o podencos. La frase está sacada de una fábula de Tomás de Iriarte, "Los dos conejos", y hace referencia a dos conejitos que, teniendo a dos canes casi encima, a punto de devorarlos, se dedican a discutir la raza de los mismos. Se trata de una fábula muy conocida hasta mediados del siglo XX, y dice así: 

FÁBULA XI

Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente,
amigo, ¿qué es esto?»
«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego...;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos.»
«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo.»
«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso.»
«Son galgos, te digo.»
«Digo que podencos.»

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestione
sde poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

viernes, 1 de marzo de 2013

¡Tienes más cuento que Calleja!

Esta expresión se dice socarronamente para decirle a alguien que nos está contando una historia demasiado increíble para ser cierta, o que es un mentiroso redomado. Tener mucho cuento y ser un cuentista se han utilizado desde hace mucho con el mismo sentido. 

¿De dónde viene, entonces, ese Calleja que nadie parece conocer? De Saturnino Calleja, o más bien, de la editorial que heredó de su padre a finales del siglo XIX, la Editorial Calleja. Don Saturnino convirtió esta editorial en la más famosa y productiva de la España de principios del siglo XX, sobre todo porque se propuso publicar a un precio muy accesible preciosos cuentos ilustrados. Gracias a él y a su editorial fueron difundidos los cuentos de Hans Christian Andersen o de los hermanos Grimm, Las mil y una noches, Los viajes de Gulliver y miles de obras de cuentistas españoles. De sus ediciones salió el conocido final de los cuentos ...y fueron felices y comieron perdices, y a mí no me dieron porque no quisieron.

La Editorial Calleja editó más de 3000 títulos; no solo cuentos, sino también obras de pedagogía y educación, pues Saturnino Calleja se convirtió en el líder de los maestros españoles: fundó y dirigió la revista La Ilustración de España, que iba acompañada por el boletín El Heraldo del Magisterio, con los mismos fines educativos. También creó la Asociación Nacional del Magisterio Español y organizó la Asamblea Nacional de Maestros. Se dedicó, además, a editar obras clásicas y de actualidad: El Quijote, Platero y yo... así como diccionarios, atlas y otras obras de consulta, siempre en la vanguardia y siguiendo las más modernas tendencias europeas.

Así que ya sabéis, si alguien os dice que tenéis más cuento que Calleja, enfadaos solo lo justo... porque la verdad es que el el origen de la frase es bastante original por un buen motivo.


sábado, 16 de febrero de 2013

El sexismo lingüístico


A veces las palabras connotadas presentan diferencias según su género, sobre todo cuando este género se corresponde con el sexo. Por ejemplo, un profesional es una persona que tiene una profesión, pero una profesional es muchas veces una metáfora que denomina a una prostituta, y está connotada negativamente. Lo mismo ocurre con una perra, una cualquiera o una fulana, que significan denotativa y connotativamente algo muy distinto a un perro, un cualquiera y un fulano. Parece ser que para nuestra cultura incluso en los tacos lo masculino y lo relacionado con el hombre están marcados positivamente (Esto es la polla), mientras que lo femenino y lo relacionado con la mujer presenta muchas veces una connotación negativa (¡Qué coñazo!).

A partir, sobre todo, de las reivindicaciones feministas, los lingüistas llaman sexismo lingüístico a estos y otros fenómenos de la lengua que marcan u ocultan a la mujer, como el llamado género genérico: el masculino engloba al femenino. Así, alumnos engloba tanto a chicos como a chicas, pero alumnas solo engloba a las chicas. La Academia considera que este aspecto concreto es propio de la lengua y no incurre en sexismo, pero muchos manuales de estilo de diarios, empresas y organizaciones recomiendan usar genéricos como alumnado. En cualquier caso, el sexismo lingüístico es el reflejo del sexismo social. El hablante puede elegir concienciarse de ese problema e intentar incurrir o no en él, y, en lo que a la lengua respecta, cuidar o no la elección de su léxico.

domingo, 10 de febrero de 2013

Profetas, prédicas y obras

Hoy me he levantado nostálgico y me ha dado por recordar refranes y dichos que mi madre emplea profusamente, y de la que yo he heredado el hábito y el gusto. Y, entre todos, he recordado uno bastante irónico: Nadie es profeta en su tierra. Así decimos cuando son precisamente los compañeros, los amigos o, más en general, los compatriotas, los mayores censores de uno mismo u otra persona, y los menos dispuestos a reconocer sus méritos. Cosa que pasa mucho en España, al menos hasta que estás muerto, y aquí recuerdo a mi padre cuando, con todo el retintín, decía esta frase de su cosecha: Tenía sus cosillas... ¡pero qué bueno era!

La frase Nadie es profeta en su tierra proviene, como muchas otras, de la vida de Jesús, reflejada en los Evangelios, y relata obviamente la poca consideración que tuvieron con él sus paisanos.  Concretamente se refiere a la entrada de Jesús en Nazaret, donde al predicar la doctrina, los habitantes de la ciudad decían que de dónde venía tal sabiduría y tales milagros, siendo hijo del carpintero. Entonces se supone que Jesús dijo que "solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta" (Mt. 13, 57), "a ningún profeta lo aceptan en su tierra" (Lc. 4, 24). En Juan se dice también: "Jesús mismo había asegurado que a un profeta no lo estiman en su tierra" (Jn. 4, 44).

Claro que, hablando de profetas, estos se dedican a predicar, y también dicen en mi casa, no sin ironía, No es lo mismo predicar que dar ejemplo, y también Una cosa es predicar, y otra dar trigo, versiones todas sinónimas del refrán, quizá más conocido, Obras son amores, y no buenas razones. Las tres nos indican que las palabras deben apoyarse en los hechos, y que el ejemplo es la mejor prueba de nuestras afirmaciones. De hecho, hay muchas frases conocidas respecto a esto, sobre todo cuando más que palabras de amor, queremos demostraciones del mismo. Y lo resume muy bien una frase bien conocida y que me encanta: No me quieras tanto, y quiéreme mejor.

Fuentes
  • García Remiro, José Luis (2001). ¿Qué queremos decir cuando decimos...? Frases y dichos del lenguaje diario. Madrid: Alianza.

domingo, 3 de febrero de 2013

Así mismo, asimismo y a sí mismo

Existen dos locuciones y una palabra que suenan igual: así mismo, asimismo y a sí mismo. Veamos hoy la diferencia entre las tres formas:
  • Asimismo es un adverbio de afirmación que equivale a 'también': La entrega de premios congregó a grandes directores, y vinieron asimismo los principales actores del país. Es posible escribirlo en dos palabras (así mismo), pero hoy en día la RAE no lo recomienda.
  • Así mismo puede resultar también de la unión de los adverbios así y mismo, significando 'de la misma forma, de la misma manera'. En este caso funcionará como complemento circunstancial de modo y siempre se escribirá en dos palabras, aunque mismo no es más que un refuerzo, un énfasis, y puede suprimirse: Usted hace las cosas mal y sin ningún cuidado, y se lo digo así (mismo).
  • La secuencia a sí mismo está formada por la preposición a, el pronombre reflexivo y el adjetivo mismo, se escribe siempre en tres palabras y se corresponde con 'a él mismo': Se gustaba mucho a sí mismo. Es relativamente fácil diferenciarlo de los anteriores porque no tiene valor adverbial, sino que funcionará siempre como complemento directo o indirecto.