domingo, 10 de febrero de 2013

Profetas, prédicas y obras

Hoy me he levantado nostálgico y me ha dado por recordar refranes y dichos que mi madre emplea profusamente, y de la que yo he heredado el hábito y el gusto. Y, entre todos, he recordado uno bastante irónico: Nadie es profeta en su tierra. Así decimos cuando son precisamente los compañeros, los amigos o, más en general, los compatriotas, los mayores censores de uno mismo u otra persona, y los menos dispuestos a reconocer sus méritos. Cosa que pasa mucho en España, al menos hasta que estás muerto, y aquí recuerdo a mi padre cuando, con todo el retintín, decía esta frase de su cosecha: Tenía sus cosillas... ¡pero qué bueno era!

La frase Nadie es profeta en su tierra proviene, como muchas otras, de la vida de Jesús, reflejada en los Evangelios, y relata obviamente la poca consideración que tuvieron con él sus paisanos.  Concretamente se refiere a la entrada de Jesús en Nazaret, donde al predicar la doctrina, los habitantes de la ciudad decían que de dónde venía tal sabiduría y tales milagros, siendo hijo del carpintero. Entonces se supone que Jesús dijo que "solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta" (Mt. 13, 57), "a ningún profeta lo aceptan en su tierra" (Lc. 4, 24). En Juan se dice también: "Jesús mismo había asegurado que a un profeta no lo estiman en su tierra" (Jn. 4, 44).

Claro que, hablando de profetas, estos se dedican a predicar, y también dicen en mi casa, no sin ironía, No es lo mismo predicar que dar ejemplo, y también Una cosa es predicar, y otra dar trigo, versiones todas sinónimas del refrán, quizá más conocido, Obras son amores, y no buenas razones. Las tres nos indican que las palabras deben apoyarse en los hechos, y que el ejemplo es la mejor prueba de nuestras afirmaciones. De hecho, hay muchas frases conocidas respecto a esto, sobre todo cuando más que palabras de amor, queremos demostraciones del mismo. Y lo resume muy bien una frase bien conocida y que me encanta: No me quieras tanto, y quiéreme mejor.

Fuentes
  • García Remiro, José Luis (2001). ¿Qué queremos decir cuando decimos...? Frases y dichos del lenguaje diario. Madrid: Alianza.

domingo, 3 de febrero de 2013

Así mismo, asimismo y a sí mismo

Existen dos locuciones y una palabra que suenan igual: así mismo, asimismo y a sí mismo. Veamos hoy la diferencia entre las tres formas:
  • Asimismo es un adverbio de afirmación que equivale a 'también': La entrega de premios congregó a grandes directores, y vinieron asimismo los principales actores del país. Es posible escribirlo en dos palabras (así mismo), pero hoy en día la RAE no lo recomienda.
  • Así mismo puede resultar también de la unión de los adverbios así y mismo, significando 'de la misma forma, de la misma manera'. En este caso funcionará como complemento circunstancial de modo y siempre se escribirá en dos palabras, aunque mismo no es más que un refuerzo, un énfasis, y puede suprimirse: Usted hace las cosas mal y sin ningún cuidado, y se lo digo así (mismo).
  • La secuencia a sí mismo está formada por la preposición a, el pronombre reflexivo y el adjetivo mismo, se escribe siempre en tres palabras y se corresponde con 'a él mismo': Se gustaba mucho a sí mismo. Es relativamente fácil diferenciarlo de los anteriores porque no tiene valor adverbial, sino que funcionará siempre como complemento directo o indirecto.

martes, 18 de diciembre de 2012

Cosas de plumas

Hacía ya tiempo que no tocaba un tema y sus frases hechas relacionadas. Hoy voy a tratar las locuciones y frases hechas relacionadas con la palabra pluma y sus derivados, porque tienen su interés y porque se me ha ocurrido hace cinco minutos. E indico ya que no voy a relatar de dónde viene el modismo tener pluma como síntoma de amaneramiento, porque no lo sé, principalmente. Aunque he leído por ahí que puede venir de las boas de plumas de las vedettes, que tan a menudo imitan las travestis y adoran los homosexuales.

En realidad, las diversas frases respecto a la pluma derivan tradicionalmente de dos significados de la palabra: las plumas de las aves, que recubren sus alas, y la pluma estilográfica, instrumento para escribir. En realidad, la segunda deriva de la primera, puesto que para escribir en la Antigüedad sobre papel o pergamino se usaba una pluma de pájaro cuya punta se mojaba levemente en tinta. Escribir con pluma era una tarea difícil, puesto que a lo rudimentario del instrumento se añadía que había de sujetarse de determinada manera para no arrastrar la tinta, así como apretarla muy suavemente o sumergirla en el tintero con tino para que el escrito no se llenara de manchas de tinta, tachaduras y borrones. De estos tachones proviene la frase borrón, y cuenta nueva, que se utiliza cuando queremos olvidar un asunto y pasar a otra cosa. También se dice Hasta el mejor escribano echa un borrón, disculpando a alguien de un error que le puede pasar a cualquiera. En este sentido de perdón, aunque ya no nombrando la escritura, sino al escritor, se dice que A veces se descuida el buen Homero o A veces también se duerme el buen Homero, frase que proviene de Horacio en su Arte poética, cuando disculpa algún pequeño error del padre de la literatura europea.

Tampoco ha faltado la metonimia de emplear la palabra pluma de la escritura con el significado de inteligencia. Así, fue el escritor inglés Edward Bulwer-Lytton quien acuñó en su forma definitiva el tópico La pluma es más poderosa que la espada, indicando que la inteligencia y la cultura consiguen más que la violencia y la guerra. En un sentido similar se emplea el refrán Más vale maña que fuerza. La frase es en realidad parte de un verso de la obra Richelieu; or the Conspiracy, y fue calificado por el crítico literario Sherman Gould como "un verso que es probable que viva por siglos". Acertó.

Volviendo a las plumas de las aves, pero esta vez puestas en el copete de los militares de la Milicia Nacional, instituida por las Cortes de Cádiz (1812), tenemos la frase ¡Que se te ve el plumero!, que se usa cuando a alguien se le ven las intenciones que pretende que permanezcan ocultas. Como quiera que este cuerpo se instauraba cada vez que entraban en el gobierno los progresistas, y era mandado disolver siempre que los conservadores obtenían el poder, el llamativo penacho de plumas de los milicianos pasó a simbolizar la progresía liberal, con lo que la presa de la época decía que a tal o a cual político se le veía el plumero, indicando su carácter progresista. Así se observa en los Episodios Nacionales de Galdós. Hoy en día, sin embargo, indica que se le ve a alguien cualquier intención, fuera ya de su origen político.

Finalmente, otra que me resulta muy graciosa es la frase Adornarse con plumas ajenas, que se emplea cuando alguien intenta llevarse el mérito de lo que ha hecho otro. ¡Cuántos políticos se adornan hasta con la basura, si es que les viene bien! La expresión proviene, como pasa muchas veces, de una de las Fábulas de Esopo (s. VI a. C.), llamada "El grajo y los pájaros", donde en un concurso de belleza para elegir al rey de las aves, el grajo se presenta ante Zeus como el pájaro más hermoso, pues se ha puesto las plumas de las otras especies. Pero estas se dan cuenta y le arrancan las plumas a picotazos, dejándolo tan feo como es en realidad. Como siempre, fue reescrita en castellano por numerosos autores, entre ellos el Arcipreste de Hita en El libro de Buen Amor (1330-1343) o Tirso de Molina, que la refiere en su obra teatral La villana de la Sagra (1634). Pero fue mi buen Samaniego el que la popularizó con el nombre de "El grajo vano" en su obra Fábulas (1781):

Con las plumas de un pavo
un grajo se vistió; pomposo y bravo
en medio de los pavos se pasea.
La manada lo advierte, lo rodea,
todos le pican, burlan y lo envían...
¿dónde, si ni los grajos lo querían?
¿Cuánto ha que repetirnos este cuento
sin que haya en los plagiarios escarmiento?

sábado, 8 de diciembre de 2012

La tilde diacrítica

Se llama así a la tilde que se emplea para diferenciar dos palabras que tienen idéntica forma, pero que pertenecen a categorías gramaticales diferentes, como la preposición de (La casa de Juan) y el verbo (Haz lo que te la gana). Con alguna excepción, se acentúa la palabra tónica, esto es, la que tiene acento prosódico o, dicho de manera sencilla, la que “suena”; y no se acentúa la átona, que no tiene acento. Es por esto que otras palabras idénticas, pero de categorías gramaticales diferentes, no llevan tilde diacrítica, como la forma verbal vino (Juan vino a la boda) y el sustantivo vino (Nunca bebo vino): ambas son tónicas.

  1. Tilde diacrítica en monosílabos

    de

    preposición: La casa de Juan es bonita.
    sustantivo: Su nombre empieza por de.
    verbo: Haz lo que te la gana.
    el
    artículo: El coche es azul.
    él
    pronombre: A él no le gustas.
    mas
    conjunción adversativa:
    Me gusta, mas no mucho.
    más
    adverbio: No quiero más.
    conjunción de suma: Uno más uno, dos.
    sustantivo: Aquí falta el signo de más.
    mi
    determinativo posesivo: Mi vida es dura.
    nota musical: Has desafinado en el mi.
    pronombre personal: ¡A no me mires!
    se
    pronombre con diversos valores:
    Se lo advertí.
    Se besaban con pasión.
    Se cayó por las escaleras.
    indicador de impersonalidad:
    Se estudia poco aquí.
    indicador de pasiva refleja:
    Se venden coches usados.
    verbo ser: bueno y pórtate bien.
    verbo saber: Solo que no nada.
    si
    pronombre con diversos valores:
    Si estudias mucho, aprobarás.
    Dígame si le duele.
    ¡Si está lloviendo!
    sustantivo: La canción está en si mayor.
    adverbio de afirmación: , quiero.
    pronombre personal reflexivo:
    Lo consiguió por mismo.
    sustantivo: Han dado el al proyecto.
    te
    pronombre personal: No te quiero.
    sustantivo: Esa te debe ir en mayúscula.
    sustantivo: Me encanta el con leche.

    Nota: Según el Diccionario Panhispánico de Dudas, el plural es tés, conservando la tilde. Es una excepción normativa sin motivo aparente.
    tu
    determinativo posesivo: Dame tu correo.
    pronombre personal: eres mi amigo.
b. Tilde diacrítica en polisílabos

Un caso especial de tilde diacrítica está en los interrogativos y exclamativos. Las palabras adónde, cómo, cuál, cuán, cuándo, cuánto, dónde, qué y quién llevan tilde diacrítica cuando tienen valor interrogativo o exclamativo, ya sean preguntas o exclamaciones directas o indirectas: ¿Cuándo nos vamos?, ¡Qué bonito! (directas), Le pregunté cuánto costaba (indirecta). Estas formas pueden funcionar también como sustantivo: Quise averiguar el cómo y el cuándo de ese suceso.
Estas palabras se escribirán sin tilde diacrítica cuando funcionen como relativos. Estos casos pueden reconocerse porque suelen seguir a un antecendente, esto es, una palabra (que no sea un verbo) a la que complementan: La cafetería que te gusta no está lejos. En este caso, que es el relativo y va sin tilde, y su antecedente es cafetería. Esto es especialmente útil para no confundirse con las interrogativas indirectas, pues el interrogativo, que lleva tilde, suele ir tras un verbo conjugado: Me pregunto cómo de lejos está la cafetería.

Para los polisílabos solo, los demostrativos y aún/aun, os animo a visitar las entradas precedentes de este blog.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Fechas y dataciones

La entrada de hoy es quizá un poco específica o puede parecer rara, pero si nos paramos a pensar escribimos la fecha casi cada día, y pocas veces nos preguntamos si lo hacemos bien. Sin embargo, cuando nos toca redactar una carta formal, un contrato o un texto académico pueden asaltarnos dudas sobre la manera correcta de dar una fecha. Aquí pretendo ofrecer una pequeña guía sobre cómo dar fechas correctamente.

En primer lugar, existen varios modelos para escribir una fecha. Como siempre, es la Real Academia la que nos explica estos modelos y cuál de ellos es más conveniente, y cuándo es correcto usarlos:
  1. Tradicional o ascendente. Es el habitual en lengua española: se escribe la fecha indicando, por orden, el día, el mes y el año, y se separan estos datos con la preposición de. Por ejemplo: 27 de febrero de 1983. Es el aconsejado por la RAE para todos los casos, por razones de unidad lingüística de la comunidad hispanohablante. Si se indica el día de la semana o el lugar de escritura, se pone ante la fecha separado por coma: Martes, 3 de abril de 2004; Barcelona, 5 de junio.
  2. Anglosajón. Es el tradicional en inglés: se escribe el mes, el día y el año, y en español se separan estos dos últimos con de. Ejemplo: febrero 27 de 1983. Tiene cierto uso en América, pero no se recomienda por ser un anglicismo innecesario. Hay que recordar que en ningún caso se aceptaría poner el mes en mayúscula (excepto tras punto y seguido, principio de párrafo u otros casos normativos), porque aunque en inglés meses y días de la semana van siempre en mayúscula, esto es incorrecto en español.
  3. ISO. La Organización Internacional de Normalización (en inglés ISO, International Organization of Standardization) recomienda el uso general del orden descendente, esto es, año, mes y día, sin preposición entre los elementos: 1983 febrero 27. Solo debe usarse en documentos científicos o técnicos de uso internacional.
Por una parte, las fechas pueden escribirse con letras. Esta forma únicamente es propia de documentos notariales, escrituras, cheques o documentos muy solemnes. Curiosamente, para el primer día cada mes se usan dos formas: primero de enero de 1993, en Hispanoamérica; o Uno de enero de 1993, en España. Ambas son correctas.

Por otra parte, otra forma habitual es indicar día y año con números, y el mes, con letras: 10 de junio de 1988. Los números suelen ser arábigos; los números romanos son propios de documentos antiguos, y hoy solo se usan, a veces, en placas conmemorativas.

Finalmente, una forma breve y útil, aunque más informal, es usar solo números, separados por guiones, barras o puntos sin espacios en blanco: 5-11-1999; 21/1/56; 19.8.1956. El año puede abreviarse en sus dos últimas cifras, mientras que no se recomienda, en el caso del mes, poner un 0 si la cifra es de menos de dos dígitos, exceptuando casos técnicos o informáticos que lo requieran obligatoriamente.

Respecto a cómo introducir la mención de una fecha en el discurso, deben emplearse, según el caso, las preposiciones a, en, de o la ausencia de preposición.
  • Cuando el verbo principal es estar e indicamos el día, se usa la preposición a: Estamos a miércoles; ¿A qué (día) estamos?; Estamos a 26 de diciembre. También se emplea la preposición a si se menciona el día sin artículo y se sobreentiende el verbo principal: En Barcelona, a 15 de noviembre de 2012.
  • Cuando el verbo principal es ser para indicar el día, no se utiliza preposición: Es lunes; ¿Qué día es hoy?Es 26 de diciembre. También van sin preposición si el día va precedido del artículo: Quiero irme a México el 26 de noviembre.
  • Si solo se indica el mes o el año, utilizamos la preposición en: Estamos en enero; Nací en 1983.
  • Por último, usaremos de cuando antepongamos la palabra mes al nombre del mes: Ocurrió durante el mes de octubre. Esto no es necesario tras la palabra año, aunque puede utilizarse de manera literaria o formal: Aconteció en el año (de) 1492.
Existen a veces dudas sobre si se usa el artículo el o el contracto del ante los años. Para ello, el Diccionario Panhispánico de Dudas indica algunas recomendaciones. En general, del año 1 hasta el 1100 puede usarse el artículo, sobre todo en lengua oral; del año 1101 a 1999 es preferible no usar el artículo, aunque sea posible, pero si solo se nombran la última cifra de dos dígitos, su uso es obligatorio (Nací en el 83). A partir del año 2000, origen de la duda, se hizo mayoritario el empleo del artículo (Llega el 2000). Sin embargo, la Academia recomienda no utilizar el artículo en cartas y documentos, aunque no pueda considerarse incorrecto. Así, es preferible escribir 25 de diciembre de 2012, por ejemplo.

Otro asunto recurrente es que, para escribir antes de Jesucristo o después de Jesucristo, utilizamos diversas fórmulas, pero nunca con el símbolo - antes del año: Ocurrió en *-175. Siempre dejamos un espacio en blanco tras el punto de la abreviatura y ponemos las iniciales de (Jesu)Cristo en mayúscula.
  • a. de J. C. / d. de J. C.
  • a. de C. / d. de C.
  • a. J. C. / d. J. C.
  • a. C. / d. C.
Y, para finalizar, es totalmente incorrecto escribir un punto para separar las unidades de millar en los años: nunca ponemos *2.012, por ejemplo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Quedar en agua de borrajas

Decimos que una cosa ha quedado en agua de borrajas cuando esta, de la que se esperaba mucho, acaba  sin resultado o en uno poco importante.  Y alguien se preguntará: ¿qué es una borraja? La borraja es una verdura, la borago officinalis, que se consume mucho en ciertas partes de España, como Aragón, La Rioja, Navarra, Lérida o Mallorca. En realidad, tomarla en caldo es bastante típico. Pero ¿por qué entonces se relaciona este caldo con el resultado insatisfactorio de una asunto? 

La explicación más probable es que se trata de una tergiversación: la forma original de esta expresión era quedar en agua de cerrajas, planta típica de Canarias (sonchus acaulis) con la que antiguamente era muy común que las farmacias prepararan agua de cerrajas, que se aplicaba para multitud de dolencias de todo tipo. En el siglo XVIII, sin embargo, dejó de utilizarse porque se consideró su inutilidad para curar tales males. De ahí que se acuñara la frase quedar en agua de cerrajas, pues era remedio del que se esperaba mucho y se conseguía poco. Con el tiempo, la cerraja derivó en borraja en la expresión que hoy tratamos, por ser una verdura mucho más conocida, y se relacionó con que el caldo de esta era poco sustancioso.

Otra divertida explicación la ofrecía Joan Amadés para el equivalente catalán tornar-se aigua de borratges en su obra Refranyer catalá comentat (1985). Resulta que existía una antigua creencia en torno a la planta de la borraja: con solo pisarla, una mujer se quedaba embarazada. Para Amadés, la frustración al intentarlo y no conseguirlo podría haber provocado el significado de la expresión. Puede parecer divertido, pero en la tradición popular hay bastantes ejemplos de malas hierbas u otros elementos comunes que, entre otros efectos, embarazaban a las mujeres incautas. Así podemos leerlo varios romances, como el que sigue y cierra esta entrada, el de Don Tristán: este caballero, herido de muerte, llora amargamente porque va a morir junto con su esposa, que también llora desonsolada. Sus lágrimas riegan una planta y, además, van a provocar en la narradora un efecto no deseado:

  Llora el uno, llora el otro,            
        toda la cama se baña;           
        el agua que de ellos sale               
        una azucena regaba:             
        toda mujer que la bebe,         
        luego se siente preñada.                
        Así hice yo, mezquina,          
        por la mi ventura mala.      


REFERENCIAS




jueves, 8 de noviembre de 2012

Complementos directos con la preposición "a"

¡Bienvenidos! Hoy vamos a degustar un menú compuesto en general por complementos directos de tipo muy diverso, pero que tienen en común el uso (o no) de la preposición "a". Cuando esto se explica en clase parece muy simple, pero al consultar la RAE nos encontramos pequeñas excepciones o determinados casos que pueden resultar confusos. ¿Qué debemos decir: Busco un compañero de piso o Busco a un compañero de piso? Además, ¿significan ambas oraciones lo mismo? Vamos a tratar el tema con calma, pero simplificando lo que indica la Academia en su Diccionario Panhispánico de Dudas. ¡Allá vamos!

En general, el uso de "a" depende de si el complemento es nombre propio de persona o animal, y nombres comunes de un ser animado o nombres colectivos cuando los referentes son conocidos o determinados, en cuyo caso nos veremos forzados a usarla (subrayo el complemento directo).
  • Vi a María en el parque.
  • Vi a Luna ladrando en el jardín.
  • Me encontré a unos amigos en el parque.
  • Encontré a los manifestantes en aquella esquina.
  • Busco los alumnos fuera del colegio.
Esto incluye sustantivos que pueden ser entendidos como un conjunto de personas:
  • Ayer llamé al colegio para preguntar.
  • Premiaron a la empresa por sus buenas prácticas.
En los dos últimos casos vemos que es importante que en los nombres no propios los referentes sean conocidos; en estos casos, esos amigos son del hablante, los manifestantes son de una manifestación conocida, y los alumnos son evidentemente conocidos por ambos emisores. Tendríamos que hacer las oraciones sin a si fueran desconocidos:
  • Me encontré unos amigos en el parque, charlando de sus cosas.
  • Encontré unos manifestantes en aquella esquina.
  • Busco unos alumnos fuera del colegio.
Esto afecta también a todos los pronombres que puedan sustituirse por los respectivos sustantivos, incluso en oraciones con interrogativos, relativos, etc.:
  • Me encontré a aquellos en el parque.
  • No conozco a nadie.
  • ¿A quién buscas?
  • Los alumnos a los que buscamos no aparecen.
Sin embargo, hay algunos verbos que implican usar esa a incumpliendo las normas anteriores. Son los llamados "verbos de afectación física o psíquica", los definidos como "verbos de percepción", y los "verbos que significan orden lineal o jerárquico".
  1. Los verbos de afectación física como acompañar, admirar, afectar, alabar, amar, empujar, engañar, golpear, maltratar, matar, odiar, perjudicar, saludar... llevan preposición con complementos de persona, aunque esta sea desconocida o indeterminada. Son bastantes verbos y a veces solo el uso nos dará la pista, como ocurre con el verbo mandar que he buscado para el ejemplo final:
    • Admiro a mis padres por sus esfuerzos.
    • Juan amaba a una chica de su barrio.
    • Esa nueva ley perjudica a las minorías.
    • Es difícil mandar a un jefe a freír espárragos.
  2. Algunos verbos de percepción, fundamentalmente mirar, observar y oír, conllevan usar la preposición a ante nombres comunes de persona determinados por un indefinido. En cambio, con los verbos de percepción ver y conocer, la preposición puede o no aparecer:
    • Miraba a un señor que daba de comer a las palomas.
    • a una cantante quejarse de su contrato.
    • Observé a algunas chicas que paseaban por el parque.
    • Vi una chica que corría / Vi a una chica que corría.
    • Conozco una persona muy influyente / Conozco a una persona muy influyente.
  3. Los verbos de orden lineal o jerárquico, como preceder o seguir, y otros como acompañar, modificar, complementar o sustituir, conllevan la preposición a incluso ante nombres de cosa:
    • La tristeza precede a la depresión.
    • La nueva ley modifica a la anterior. [Aquí mucha gente se comería la a... Eso sería incorrecto].
    • El sofá sustituirá a los dos sillones tras la reforma. [Lo mismo que antes].
Hay un último caso de a obligatoria, aunque es solo por distinguir dos complementos: cuando tanto el sujeto  como el complemento directo no personales se ponen después del verbo, ponemos a ante el segundo, para distinguir ambos. Comparemos:
  1. En la Feria del Libro la cultura venció los obstáculos.
  2. En la Feria del Libro venció la cultura a los obstáculos.
Sin embargo, la Academia recomienda evitar este uso en favor de la anteposición del sujeto, como en el primer ejemplo.

FUENTES

RAE (2005). Diccionario Panhispánico de Dudas. Edición en línea: http://lema.rae.es/dpd/