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sábado, 16 de febrero de 2013

El sexismo lingüístico


A veces las palabras connotadas presentan diferencias según su género, sobre todo cuando este género se corresponde con el sexo. Por ejemplo, un profesional es una persona que tiene una profesión, pero una profesional es muchas veces una metáfora que denomina a una prostituta, y está connotada negativamente. Lo mismo ocurre con una perra, una cualquiera o una fulana, que significan denotativa y connotativamente algo muy distinto a un perro, un cualquiera y un fulano. Parece ser que para nuestra cultura incluso en los tacos lo masculino y lo relacionado con el hombre están marcados positivamente (Esto es la polla), mientras que lo femenino y lo relacionado con la mujer presenta muchas veces una connotación negativa (¡Qué coñazo!).

A partir, sobre todo, de las reivindicaciones feministas, los lingüistas llaman sexismo lingüístico a estos y otros fenómenos de la lengua que marcan u ocultan a la mujer, como el llamado género genérico: el masculino engloba al femenino. Así, alumnos engloba tanto a chicos como a chicas, pero alumnas solo engloba a las chicas. La Academia considera que este aspecto concreto es propio de la lengua y no incurre en sexismo, pero muchos manuales de estilo de diarios, empresas y organizaciones recomiendan usar genéricos como alumnado. En cualquier caso, el sexismo lingüístico es el reflejo del sexismo social. El hablante puede elegir concienciarse de ese problema e intentar incurrir o no en él, y, en lo que a la lengua respecta, cuidar o no la elección de su léxico.