viernes, 26 de noviembre de 2010

Erre que erre


A veces no sé si una expresión es lo suficientemente popular como para que merezca la pena comentarla o no. Esto es lo que me ha pasado con erre que erre, que decimos para expresar la obstinación en una cosa, la insistencia pesada en un asunto, una y otra vez; o lo que llamaríamos, simplemente, cabezonería.

Aunque parezca muy de andar por casa, ya aparece recogida en el Vocabulario de Francisco Correas de... ¡1627! En él el lexicógrafo propone que esta locución proviene del prefijo de refuerzo re-, que se utiliza o bien para reforzar y ponderar (rebién, o la frase bueno, rebueno y requetebueno), o bien, en los verbos, para indicar la idea de 'repetir', 'volver a': rehacer, repensar, redicho... Así, el habla popular habría acuñado el erre que erre con la idea de tediosa repetición. No obstante, también se ha asociado al repetitivo arre, arre de los arrireros, es decir, los que conducían con este grito caballos, burros, mulos y otros equinos.

Finalmente, no es de extrañar este tipo de frases hechas, pues son muy corrientes en el habla coloquial. Muchas están formadas por estructuras bimembres, esto es, de dos miembros, a menudo idénticos: dale que dale; y venga y venga... Otras son incluso oraciones más o menos completas: ¡y dale con que la abuela fuma! (lo que sea, bromas aparte...) es muy conocida. Muchas madres de mi tierra, entre ellas, la mía, utilizan con ese sentido ¡y vuelta el burro a las habas!

En cualquier caso, eso solo demuestra... ¡que ha habido, hay y habrá muchos pesados por el mundo!

Referencias: García Remiro, José Luis (2001). ¿Qué queremos decir cuando decimos...? Frases y dichos del lenguaje diario. Madrid: Alianza.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Qué quieres ser de mayor? (2ª parte)

Bien, seguimos con cuestiones de género, a ver cómo funcionan las palabras en consonante.

3. Palabras cuyo masculino acaba en consonante

Estas palabras se consideran, en general, comunes en cuanto al género. Así, decimos el/la portavoz, el/la mandamás... Sin embargo, existen un buen número de excepciones:
  • Las palabras agudas terminadas en -or, -ón, -án, -ín y -és (apartado 4).
  • Las palabras cortés y montés son invariables, por mucho que la gente use las formas erróneas correspondientes. Así, decimos una cabra montés, no *montesa.
  • Las palabras femeninas la edil, la concejal, la bedel y la fiscal también tienen femeninos en -a: edila, concejala, bedela y fiscala.
  • Existen femeninos irregulares acabados en -esa, siendo posible esta forma o la común con artículo. Estas son: la líder/lideresa, la cónsul/consulesa, la juglar/la juglaresa y la chófer/choferesa. El femenino de abad es abadesa, no existe la forma en -a.
  • Para juez y aprendiz, son correctas tanto la juez, la aprendiz como jueza, aprendiza.

4. Palabras agudas terminadas en -or, -ón, -án, -ín y -és

Hacen el femenino, en general, añadiendo una -a: doctora, sultana, peatona... Existen, como siempre, excepciones:
  • Las palabras femeninas actriz y directriz existen, pero no significan lo mismo que actora y directora.
  • La capitana no debe usarse en lugar de la capitán si designa un grado militar.
  • El femenino de barón es baronesa.
  • Y, por último, la palabra fan es la única invariable de este grupo: el fan, la fan.
5. Otras cuestiones sobre el género

En las últimas normas de la RAE se han establecido ciertos cambios interesantes.

En primer lugar, la palabra maratón ha pasado a ser ambigua, y puede utilizarse tanto en femenino como en masculino: un maratón en Barcelona, una maratón de cine. Antes solo se aceptaba el masculino.

Por otra parte, la palabra calor se trata ya como exclusivamente masculina, por mucho que antiguamente se usara en femenino. Por tanto, es vulgar e incorrecta la forma *la calor o *una calor.

Por último, y para acabar con las nuevas tecnologías, son correctas tanto el web como la web, porque en el primer caso sobreentendemos el [sitio] web y, en el segundo, la [página] web.


Referencias y páginas de interés:

martes, 23 de noviembre de 2010

El síndrome de Eróstrato


La frase de hoy es una referencia muy culta, pero es bastante curiosa, y merece la pena conocerla. Eróstrato fue un pastor de Éfeso que incendió el Templo de Artemisa, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo (solo ha llegado a nosotros la Gran Pirámide). El templo quedó destruido y nunca volvió a reconstruirse.

Plutarco nos da incluso la fecha en la que ocurrió: el 21 de julio de 356 a. C., la noche del nacimiento de Alejandro Magno. El rey Artajerjes lo hizo torturar hasta que confesó el motivo del incendio: Eróstrato quería conseguir la fama a cualquier precio, aunque con ello diríamos que es infame, es decir, conocido por sus innobles actos. El rey prohibió bajo pena de muerte cualquier registro por escrito de su nombre, para evitar así su propósito. Evidentemente, no lo consiguió, y su nombre a llegado hasta nuestros días.

Es por eso que en psicología y como frase hecha se utiliza la expresión "tener síndrome o complejo de Eróstrato" para nombrar a las personas que buscan excesivamente la notoriedad o pretenden ser el centro de atención a través de los actos más viles, o sean cuales sean las consecuencias. Por ello es conveniente conocer esta expresión y, sobre todo, no acabar como el protagonista.

Referencias: http://es.wikipedia.org/wiki/Er%C3%B3strato

sábado, 20 de noviembre de 2010

¿Qué quieres ser de mayor?


Vamos a comenzar la semana con un tema espinoso: el género de las palabras. Y digo espinoso porque los cambios normativos han establecido normas muy claras, sobre todo para los sustantivos que designan cargos o profesiones y, en general, personas; y estos no son siempre del agrado de los usuarios del idioma. Sin embargo, la RAE manda, así qué... ¡vamos allá!

1. Sustantivos cuyo masculino acaba en -o:

Todas estas palabras harán el femenino en -a. Por lo tanto, lo normativo es decir y escribir ministrafísica, ingeniera o técnica. Es incorrecto usar el masculino con el artículo femenino, como mucha gente hacía hasta ahora: *la arquitecto.

Sin embargo, se exceptúan unas pocas palabras referidas a los cargos militares y puestos próximos, que siempre acaban en -o (la soldado, la piloto); las palabras acortadas (por ejemplo, la fisio, por provenir de fisioterapeuta) y tres profesiones musicales: la contralto, la soprano y la contrabajo.

2. Sustantivos cuyo masculino acaba en otra vocal:

Estas palabras se consideran, en general, comunes en cuanto al género, por lo que solo cambiaremos su determinante. Así, el/la gerente, el/la periodista, el/la monarca.

Ahora bien, a causa o bien de la tradición, o bien de su extendido uso, la Academia acepta algunas excepciones a esta regla, que son:

  • Ciertas palabras acabadas en -e admiten también el femenino acabado en -a, y ambas formas se consideran correctas. Las más usuales son la jefe/jefa, la presidente/presidenta, la cliente/clienta y la dependiente/dependienta.
  • Hay palabras con femeninos irregulares únicos para cuatro títulos o cargos, que son alcaldesa, condesa, duquesa y jequesa (esta última viene de jeque).
  • Existen, por el contrario, dos palabras en las que se permite tanto la forma regular como la irregular: el femenino de sacerdote es la sacerdote o la sacerdotisa; el de poeta, la poeta o la poetisa.
  • Las palabras asistente, gobernante y regente son invariables en género (el/la gobernante), pero existen las formas asistenta, gobernanta y regenta como palabras distintas, es decir, con significado diferente, como puede verse en esta oración: "La asistente del presidente contrató a una asistenta para limpiar su casa".

Y esto es todo por hoy. En la próxima entrada sobre corrección y normativa hablaremos del género en palabras acabadas en consonante. ¿A qué no podéis esperar? :)

Referencias y páginas de interés:

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La ley del embudo


La expresión la ley del embudo es de origen popular, aunque ya lo documentaba Covarrubias en 1611 en su Tesoro de la lengua castellana o española, el mejor diccionario castellano entre el de Nebrija (1495) y el Diccionario de Autoridades (1723-1739).

La frase completa, que normalmente acortamos, suele ser hoy: "la ley del embudo: para mí lo ancho y para ti lo estrecho", donde y ti pueden intercambiarse, depende de quien la use. De esta forma es fácil inferir su significado: es una norma que favorece en todo al que la dicta y perjudica siempre al que la ha de cumplir. Por ejemplo, decimos que los bancos emplean la ley del embudo: en las hipotecas ponen normas que los benefician en todo momento, pero perjudican en todo a los hipotecados.

Para los que no lo sepan, un embudo es un utensilio que se emplea para canalizar líquidos en recipientes de bocas estrechas, por lo que tiene una parte superior ancha, normalmente de forma cónica, y una parte inferior estrecha (como el del dibujo). Así los líquidos pueden entrar sin problemas.

¡Cuidado! No os confundáis con la broma que corre por Facebook: "la ley del embudo: la más linda con el más boludo". ¿Será verdad?

Referencias: García Remiro, José Luis (2001). ¿Qué queremos decir cuando decimos...? Frases y dichos del lenguaje diario. Madrid: Alianza.

martes, 16 de noviembre de 2010

¿Qué onda, güey?

Hoy atravesamos el Atlántico para comentar un asunto ortográfico y de fonética histórica: el uso de la letra x para el sonido que normalmente representa j. Es el caso de Texas, texano, Oaxaca, oaxaqueño, México, mexicano o mexicanismo. De aquí surte el título de esta entrada.

Hasta ahora, estas palabras podían escribirse con ambas grafías, es decir, eran correctas México y Méjico, pero la RAE prefería las formas con j. De hecho, las formas Texas y texano no se admitían. Sin embargo, desde el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) de 2001 se admiten y prefieren las formas con x, por lo que es recomendable usar siempre México, Texas, etc. Curiosamente, Oaxaca y sus derivados nunca se han admitido con j, y así sigue siendo; es incorrecto, pues, *Oajaca.

El motivo de esta x con sonido j es histórico, puesto que hasta el siglo XVII la mayoría de las palabras que actualmente llevan j llevaban x (por ejemplo, Don Quixote de la Mancha), pronunciada /ʃ/, como la actual sh inglesa o la ch francesa. Durante el siglo XVII el fonema /ʃ/ fue evolucionando hacia el actual, /x/, cambio que la Academia, en el siglo XVIII, explicitó cambiando la grafía x por j: fonéticamente, cosa curiosa, j representa el sonido /x/. No obstante, la grafía x se ha mantenido en algunos apellidos (Ximénez) y en las palabras antes nombradas, como México. En España ocurre lo mismo con la región de la Axarquía, en Málaga.

Por lo tanto, es incorrecto pronunciar esas x con el sonido /ks/ , como en taxi o examen: es, así mismo, un error histórico pronunciar Ximénez como */ksi'meneθ/, Axarquía como */aksar'kia/ u otras parecidas. También es incorrecto escribir *texano cuando se usa como sinónimo de "vaquero", lo correcto es, por ejemplo: "Me he comprado un (pantalón) tejano".

En fin, cosas de la lengua y de la historia... ¡Viva México (pronunciado /'mexiko/)!

Referencias:

domingo, 14 de noviembre de 2010

Cuatro gatos


La expresión "cuatro gatos" alude a poca cantidad de personas. Así, la oración "En la fiesta había " indica que no asistió demasiada gente. Lo interesante de esta frase es que nos permite explicar que cuatro en nuestra lengua parece marcar la diferencia entre lo poco y lo mucho: para 'poco' utilizamos números determinados, pero nunca más de cuatro; por ejemplo:
cuatro gatos

  • Han caído cuatro gotas.
  • Está a dos pasos.
  • Lo compré por cuatro chavos.
  • ¡Si no hace ni cuatro días estaba estupendamente!
  • Te lo digo en dos palabras (dejando de lado el chiste).
Sin embargo, la expresión "más de cuatro" indica ya un número considerable de personas: "Más de cuatro quisieran tener lo que tú tienes".

Referencias: García Remiro, José Luis (2001). ¿Qué queremos decir cuando decimos...? Frases y dichos del lenguaje diario. Madrid: Alianza.

¿"Sólo" o "solo"?


El año pasado la lengua española fue noticia por los cambios que los académicos de la Real Academia de la Lengua Española instauraron en lo que respecta a la ortografía. Uno de esos cambios fue el de la acentuación de solo cuando es adverbio, puesto que su acentuación anteriormente era opcional, es decir, tanto sólo como solo eran correctas cuando podían sustituirse por solamente. ¿Qué es lo correcto ahora? No acentuarlo nunca. Veamos la norma anterior y a qué se debía:

  1. Solo, tanto siendo adjetivo ("un café solo y sin azucar") como siendo adverbio ("ponme solo un café"), es una palabra llana, por lo que no debe acentuarse, ya que acaba en vocal.
  2. Ahora bien, antes, cuando exista un riesgo de confusión entre el valor adjetivo y el adverbial, debía acentuarse siempre que sea adverbio. Es decir, teníamos que poner el acento cuando funcionaba adverbialmente en ejemplos ambiguos como:
  • "Resolví solo (sin ayuda, en femenino sería sola) dos problemas" / "Resolví sólo (solamente, únicamente) dos problemas".
  • "Pedro duerme solo (sin compañía) / sólo (solamente) en su casa".
Sin embargo, y tras la última reforma ortográfica, solo nunca se acentua, porque se considera que el contexto resuelve las dudas posibles. La RAE, no obstante, reconoce que la norma aún no ha cuajado en el uso habitual de los medios (libros, revistas, escritos...) por lo que, de usarse con acento, solamente es aceptable cuando haya un problema de ambigüedad. Nunca por el único motivo de ser adverbio.